Literatura Salvadoreña Wiki
Advertisement

Américo Ochoa (El Carmen, La Unión, El Salvador, 1960; luego se traslada a San Miguel) es un artista-poeta, mejor dicho, un poeta que también dibuja, pinta y ejecuta diseño gráfico. Trasplantado en la adolescencia a Costa Rica debido a la cruenta represión y la guerra del estado contra la población civil, representada por las organizaciones político-militares que luego constituirían el FMLN, este joven cuzcatleco se asila para siempre en un país más o menos aplacado respecto de la vorágine centroamericana de los años 70 y 80 del siglo pasado.

En San José efectúa varios oficios para sobrevivir, realiza luego estudios de arquitectura y diseño y termina siendo editor y diagramador de importantes editoriales como la célebre EDUCA, tristemente clausurada. Y desde entonces empieza a enhebrar su sombra con palabras y papeles en un intento por recapturar su infancia campesina y su identidad pipil.

Y bien es sabido que la poesía salva. Mucho más que las balas y que las trincheras. Porque la poesía es la posibilidad de encontrarnos con el otro yo para comunicarnos con los demás. Y en ese ejercicio se construye y desconstruye nuestra personalidad, de tal manera que se pueden recuperar el tiempo y los espacios perdidos. Ni el psicoanálisis logra tal hondura y tal identificación, es decir una terapéutica que también es hermenéutica, por tanto una estética.

Por esa senda en 1989 nos sorprende con el poemario A la hora del sol que comparte con Jorge Arturo, ese poeta costarricense precursor de las nuevas corrientes poéticas y que hoy está invisibilizado, el Premio Juan Ramón Molina que a la sazón organizaba y entregaba EDUCA.

Y es que este poemario irrumpe con una frescura y un aire experimental inusitados en la poesía de la década. Combina los comics con cierta mitología propia del poeta proveniente de los bosques europeos y de las leyendas populares de su pueblo. Además, abre literalmente las páginas, en un juego cercano al videojuego, para que nos asomemos a la otra página como si fuese un sueño. En otras palabras, su oficio de diseñador gráfico se combina con la destreza del verso. Y siempre la presencia de la infancia en una urbe deshumanizada.

En 1992 nos entrega Equinoccio, un poemario que continúa la senda mágica donde convergen unicornios con hombres de hojalata a la hora del insomnio. Hay en este libro una búsqueda ontológica y cierta manera de reflexionar desde el hablante para comprenderse a sí mismo, su entorno y su historia. Todo ello sin dejar de lado la fantasía que caracteriza a la poesía “americana”. Y por supuesto, su país, El Pulgarcito, es el telón de fondo de esa búsqueda y de esa reflexión poética.

Círculos viciosos es el tercer poemario de Américo. Se edita en el año 2000. Por cierto, su editor, asumiendo quizás, para sí, la “poca monta” del libro, no le coloca los signos externos de la editorial, desdeñando una producción que contiene un poema ya clásico, el cual se recita en la urbe josefina constantemente: El ángel del bazuco. Nuevamente asistimos a la conjunción de la magia con la realidad de la mano de un Merlín por calles y avenidas, como si del lazarillo de un trompetista ciego se tratase. Y claro, la posmodernidad desnuda en el eros y el tánatos de su precario equilibrio.

Inexplicablemente Américo guarda la lira e intenta con la narrativa. En 1997 publica la novela El Parnaso en San Salvador, y durante este período escribe dos novelas más que aún continúan inéditas. Hasta que ahora se decide a compartir Los bramidos del toro, el cual, de alguna manera, y siguiendo el camino plástico, nos remite a la pintura rupestre.

Contrario a la fuerza de su título, hay en el nuevo libro, que se publica entero en esta antología, una tesitura más pausada, una madurez en el trato con las palabras, que le confieren cierta gravedad. Los temas son los mismos pero ampliados: la infancia, las fábulas, los amigos, la radio, la dama de blanco y el mar como reminiscencia de esa patria inocente que perderemos definitiva e infaustamente en la adultez.

Así se completa la órbita de un poeta silencioso que no hace aspavientos ni aúlla. Un poeta sosegado que mira pasar la barahúnda de la vida desde su ventana, casi en retrospectiva, pero no sin cierta nostalgia y dolor. Porque su poesía es básicamente, como toda buena poesía, humana, demasiado humana.

Libros publicados:

  • El parnaso (novela, 1997)
  • Equinoccio (poesía, 1992)
  • A la hora del sol (poesía y en colaboración con Jorge Arturo, 1989)
  • Círculos viciosos (poesía, 2000)
  • Los bramidos del toro (2010)
Advertisement